Cinco Cuentos al Hilo

Sin Escape

Caluroso día y a puro sol, por el norte andaba Adolfo, por la ruta entre Posadas e Iguazú, más cerca de la selva misionera, rodeado de tanta frondosa vegetación. Yendo a la velocidad del viento cuando de repente a lo lejos se comienza a divisar más autos. Que sucedía en la ruta, se preguntó el muchacho de rulos al viento. A medida que avanzaba se acercaba más. Animales de distintas especies cruzaban con desesperación de un lado al otro, coatís, perdices, liebres, conejos. Los autos aplastaban a cada animal sin inmutarse, insensibles a lo que sucedía, muchos morían.

Adolfo se detuvo al ver tanta crueldad tratando de entender el porque de la misma. Era insultado con palabras agresivas. De quien escapaban estos seres –se preguntaba- que corrían desde lo más adentro de la selva. No hay dudas que escapaban de la mano impasible del hombre aunque alcanzados en la ruta.

Amenaza en la Noche

Era de noche, familias enteras corrían desesperadas. Gritos y angustia en las calles. Algo extraño y atemorizante se encontraba en la ciudad, no era de este mundo y comenzaba a asechar a todos sus habitantes. No se podía vislumbrar lo que era pero avanzaban amenazantes por las calles. Se sentía en el ambiente la macabra intención de los invasores. Todo fue muy repentino, no hubo tiempo a nada, solo a refugiarnos donde sea.

Había una alerta dada por los medios. Padres con sus hijos pequeños, abuelos, todos salían de sus casas tan veloz como podían hacia un mismo destino. En la oscuridad de la noche todo sucedía muy rápido, no se podía casi reconocer los rostros. La gente se agolpaba tratando de llegar a los trenes subterráneos, había que pasar al otro lado, alejarse cuanto antes y así quizás salvarse la vida. Había que evitar la dispersión porque solo la unión los salvaría.

Primer y Último Acto

Desde lo más alto del cielo, está por dar el primer salto más grande de su vida, el paracaídas ya está ajustado. No duda y se lanza al vacío. Siente el viento en todo su cuerpo y vuela como un águila desplegando sus alas en plena libertad. Cuánto campo y belleza debajo de él puede observar desde esa perspectiva. Cuántas sensaciones en solo cuestión de segundos! 

Mientras disfrutaba la increible experiencia se preguntó cuál sería el momento indicado para activar el paracaídas. Entonces, lo hizo pero no abrió. Intentó de nuevo, otra vez, y otra. Por fin, se abre pero no en el tiempo justo y entonces comienza a descender rápidamente, a caída libre, 700 mts. 500 mts., 300 mts., 100 mts. y gracias al destino amortigua sobre unos árboles frondosos quedando colgado de la rama de uno de ellos. La vida le ha dado una oportunidad.

La rama hace un ruido, no resiste el peso. A menos de 10 mts. del suelo cae suavemente al suelo abrazado por las ramas de los árboles. Se salvó nuevamente, pero de repente siente un fuerte ardor en una de sus piernas, mira y a pocos metros, una serpiente yace en retirada, había expulsado el veneno en la pierna.

El Intruso

Un día cualquiera me encontraba tranquila en mí casa. De repente, creo escuchar un ruido en la sala principal aunque pienso que estaba equivocada. Unos segundos después, otra vez, el mismo ruido, me llama la atención y me preguntó si estarían intentando abrir la puerta. Sin perder tiempo y con cierto miedo me voy acercando. Se mueve el picaporte, y ya no tengo tiempo de poder hacer algo, bruscamente se abre la puerta y un desconocido ahí parado frente a mi. Me asustó en gran manera y comienzo a gritar con desespero. El hombre armado a punto de entrar a la casa desconcertado por los gritos sale corriendo. Yo, quizás, tomando una mala decisión tomo coraje y salgo a perseguirlo. Él corre y yo detrás de él. De repente, se inmiscuye en un festival, hay mucha gente y logra escapar. 

Siga el Baile

Balbuceaba con cierta entonación y ritmo tratando de decir algo como "de la tierra”, “al compás”, “hopa hopa”, “comparsa", aunque tenía una amplia sonrisa en sus labios de oreja a oreja alguien le dijo, "Despertate!" ya es hora, pero seguía tarareando por partes, "hopa hopa"...

Estaba en profundo modo dormido cantando aquella canción pegadiza que te hace mover con regocijo el cuerpo al compás del entusiasmo del Frenesí.

Siga el baile, siga el baile. Era el deseo del durmiente, pero pronto tenía que empezar la rutina diaria laboral, el ritual de cada día. Recién era lunes, todavía quedaban varias jornadas para llegar a disfrutar de ese momento tan deseado. Todo quedó en un sueño, el anhelo de seguir al “Compas del Tamboril”.