Cuento “La Hora Feliz”. Escribir un diálogo de dos o más personajes sobre algo que no se nombra, sumarle la descripción del personaje del libro “Retratos” y escribir un cuento que los incluya.

En la década de los ´80 recuerdo que niños y niñas se reunían frente a mi casa, se escuchaban desde una cuadra sus elevadas voces de jolgorio y risas, entusiasmados con enormes globos y unas bolsitas prendidas de sus manos, me apetecía saber que serían esos regalos. Entre ellos siempre un señor alto, desconocido con sonrisa sostenida que llamaba mi atención mientras que al rato los chicos se iban no se adonde con ese extraño señor. Yo veía de la ventana ó desde la terraza podía observar mejor.

A los pocos días, volvió a suceder lo mismo, me encontraba en la puerta de mi casa con mi mamá y muchos niños de pronto comenzaron a llegar de distintas partes a ese lugar de ahí en frente, algunos tomados de la mano de ese señor de sonrisa sostenida, contentos entonaban canciones y estaban felices.

Mi mamá y yo los miramos, el hombre alto también nos vio, en un instante cruzó la calle y se nos acercó acompañado de varios niños de mi edad. Nos saludó con amabilidad, expresó en pocas palabras:

-Hacemos una exquisita chocolatada caliente con alfajores para los chicos mientras disfrutan de extraordinarias historias que relatan las maestras. También cantamos, hacemos juegos y por supuesto que nos divertimos mucho.

Mi mamá asintió con su rostro y ambos me miraron.

-Sí, ¡me gustaría!- dije ansiosa con una sonrisa tímida.

-Bueno, si querés entonces podés ir y seguramente vas a conocer a nuevos amigos- dijo mi mamá por aquel entonces. 

El hombre me presentó a los chicos y juntos cruzamos la calle. Ahora me encontraba entre ellos. Entramos al lugar y caminamos por un pasillo largo hasta que nos topamos con un montón de niños que cantaban y aplaudían alegres. Al rato, nos dieron la prometida y deliciosa merienda como el hombre alto había dicho, chocolatada con alfajor. En ese momento en medio del bullicio, una lejana melodía, deleitosa a los oídos, no sabía que instrumento sonaba, pero era muy agradable. Luego llegó el momento de un cuento y una de las maestras que nos hablaba muy dulce dijo:

-Para los que no me conocen me llamo Amapola y tengo muchas ganas de compartirles una interesante historia.

Daba el aspecto que se llevaba muy bien con los chicos, antes de empezar muchos se acercaban a darle un beso y abrazo, ya la conocían. Tenía un vestido con volados muy bonito. Ella era muy simpática y amorosa. De a poco, nos acomodamos todos y comenzamos a hacer silencio para prestar atención a lo que ella nos compartiría.

-Un joven muchacho llamado Mateo, comenzó a construir una casa con sus propias manos, en un par de días hizo el piso y vio que lo había hecho muy bien. Luego compró ladrillos y fue levantando las paredes. Los vecinos lo miraban y el muchacho pensaba: “miran porque saben que la casa quedará hermosa”.

El silencio en la sala ya era absoluto, atentos nadie interrumpía a la maestra.

-Puso techo de tejas porque adornaban la casa, puso una por una con mucho cuidado y así le quedó muy bien. La gente que pasaba, unos caminando otros con sus bicicletas, sombrillas y reposeras, lo observaban trabajar. Cada vez le faltaba menos. Ahora llegó el turno de poner las puertas y ventanas, pero decidió tomarse un día de descanso antes de terminar aquella casa, mientras reposaba la contemplaba con satisfacción.

Con mirada intrigante Amapola preguntó -¿Me siguen?-. Le respondimos sin emitir sonido moviendo solo la cabeza de arriba a abajo. Entonces continuó su relato.

-Puso una gran puerta de madera y unas ventanas con bellas cortinas de flores. Tras haber terminado la construcción encendió las luces y todo se ilumino, se hizo mágico. Su rostro rebosaba con una gigante sonrisa. Pero algo pasó a los pocos días -expresó la maestra un poco más seria y prosiguió-. Estaba pronosticado una fuerte tormenta en la zona. Mateo justo no se encontraba en la casa ese día. Descendió la lluvia, el viento sopló y sopló, cada vez más fuerte, el día se hizo un poco más oscuro. El viento adverso abrió sin permiso las ventanas, entró sin que lo inviten por la puerta. Y la casa se llenó del río, la inundó. Las paredes aparentemente firmes se hundieron en la arena.

Todos oímos el relato, no podíamos creer lo que sucedía en ese lugar. ¡La casa se había perdido en la arena! Queríamos saber que más había pasado…

-El joven Mateo, sin darse cuenta, había edificado su casa sobre dunas de arena y en un suelo arenoso la casa no podía estar firme y segura como aquella casa edificada en un suelo de roca donde caen las lluvias y soplan los fuertes vientos, pero esta no se derrumba.

Aquella historia que nos había dejado pensativos nos enseñaba algo muy valioso.

Seguidamente hicimos una actividad didáctica con distintos materiales y texturas que nos dieron para manipular y poder crear junto con hojas grandes y lápices. Fue un tiempo de compartir y conocernos entre todos.

Se va acercado la hora de irnos, no quiero que finalice. Mientras nos iban despidiendo, una persona vestido muy elegantemente de largo tapado oscuro y un sombrero haciendo juego con su exclusivo atuendo. Con ambas manos tenía sujeto un enorme saxofón brillante y colorido. Al soplarlo por su boquilla fluían notas que embellecían e iluminaban el ambiente. Entre la luz y los colores que lo rodean se percibe la suave y maravillosa música que fabrica con el instrumento que él toca, acompañado por el armonioso y sincronizado movimiento de sus dedos. Música apacible que llena todos los espacios y que envuelve con su amor y dulzura. En ese instante supe de donde venía esa melodía.

El señor alto de sonrisa sostenida y voz tranquila, cuyo nombre era Basilio mientras algunos chicos se le colgaban, él los llevaría camino a sus casas pero antes nos recordó: -Los esperamos como siempre a todos el próximo sábado a las 5 acá para compartir juntos “La Hora Feliz”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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